Podría compartir los cientos de argumentos que hemos aprendido en la militancia por el derecho al aborto legal seguro y gratuito de muchas otras compañeras que estuvieron antes que nosotras, a las que agradecemos todo lo que nos han enseñado y a quienes les reconocemos el trabajo que nos ha llevado a la posibilidad de estar hoy más cerca que nunca del reconocimiento del derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo. En honor a todas ellas, me gustaría mencionar a la querida Dora Coledesky, que no pudo ver su militancia cristalizada en una ley, pero sí pudo compartirla con quienes aprendimos de ella en este camino.
Podría hablar de muchas de las cuestiones que hacen a la militancia por el derecho al aborto, pero sé que habrá muchas otras compañeras con más conocimiento y experiencia para hablar de todo eso. Por eso prefiero aportar a este debate desde otro lugar, desde otras militancias que también he transitado.
Y es que las lesbianas, gays, bisexuales y trans, tenemos mucho en común con las mujeres que abortan. Nosotras y nosotros también fuimos delito y somos delito -hasta con pena de muerte- en muchos lugares del mundo.
Somos delito, somos enfermedad y somos pecado. En la mayoría de los casos, los mismos sectores que quieren mandar a la cárcel a las personas que abortan, son aquellos que impulsaron las leyes que nos criminalizaron, son quienes nos definen como “enfermos”, “perversos” y si -como las personas que abortan- decidimos hacer lo que queremos con nuestro cuerpo y nuestro deseo, entonces somos también pecadoras y pecadores.
Cuando hablamos de estos sectores, no nos referimos a los fieles de alguna religión, sino a sectores muy minoritarios de esos fieles y sus jerarquías institucionales.
Sobre las posiciones que han asumido esos sectores queremos hablarles, porque nosotras y nosotros las conocemos bien y nuestros compañeros y compañeras han padecido el dolor y hasta la muerte -como muchas de las personas que abortan- que generan sus posiciones o -debo decir- sus imposiciones.
¿Sabían que recién en el 2012, al día siguiente de la aprobación de la ley de identidad de género, se derogó el último artículo de un Código de Faltas que nos criminalizaba en Argentina? Cuando se fundó la Federación Argentina LGBT eran 16 las provincias del país que nos criminalizaban expresamente.
¿Sabían que hasta el año 1990, la OMS ponía a la homosexualidad en una lista de enfermedades mentales? ¿Y que todavía define a la transexualidad en esas mismas listas como una “incongruencia”?
¿Sabían que hay una encíclica “divina”, que es parte del dogma de la religión católica, que dice que somos una “desviación de la naturaleza”?
Y ¿por qué digo esto? Porque los mismos sectores que sostuvieron esto, que se negaron a reconocer a nuestras identidades y a nuestras familias, que repudiaron y rechazaron nuestros derechos, quienes propusieron una “guerra de Dios” en contra del “plan del demonio” que era para ellos el reconocimiento de nuestros derechos, son casualmente los mismos que quieren meter presas a las personas por abortar. Podría hasta señalarles todos los oradores u oradoras que se repiten en el Congreso hoy con los de Matrimonio Igualitario.
Y eso no es todo. También son los mismos que mandaron a la cárcel a Galileo Galilei por decir que la tierra era redonda, y que quemaron brujas por ser mujeres fuertes, y persiguieron y quemaron vivos a científicos y filósofos a través de la Santa Inquisición; también son los mismos que se callaban, mientras se los llevaban, acá nomás, hace poco.
Son los mismos que se opusieron al matrimonio civil, porque en nuestro país, hasta 1888 los matrimonios solo podían celebrarse por Iglesia y siendo católicos.
Los mismos que se opusieron al voto de la mujer, no sólo porque nuestro rol estaba dentro del hogar, cuidando a “nuestros niños”, sino que llegaron a argumentar que no teníamos alma o inteligencia.
Son los mismos que se opusieron al derecho a divorciarse y a volverse a casar. Y los que aún consideran que quienes lo hacen, viven en pecado.
Son los mismos que se opusieron al matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. Los que, al igual que a los afrodescendientes en el apartheid, nos decían que no había que “legislar igual para lo que no es igual”.
Son los mismos que se oponen a la educación sexual, al uso de anticonceptivos para evitar embarazos no deseados, a los preservativos para evitar infecciones de transmisión sexual, los que se oponen a las relaciones prematrimoniales…
Y todo esto lo han hecho siempre en nombre de la ciencia, en nombre de la naturaleza y en nombre de Dios.
Esos sectores, estos mismos sectores, que sostenían que la tierra era cuadrada, llegando a asesinar a quienes dijeran cualquier otra cosa, pretenden siempre explicarnos la naturaleza, y desarrollar posiciones “científicas” sobre lo que debemos o no debemos hacer con nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Esta vez, nos dicen que un par de células de aquellas que la naturaleza y la ciencia descartan todos los meses porque no implantan, a las que no les ponemos nombre ni les hacemos un dni, es un ser humano cuya vida vale más que la vida de cualquier persona con capacidad de gestar. Y –aunque esta vez no pueden ahorcarnos, ni quemarnos vivas- pretenden que vayamos a la cárcel por creer que son solo eso, un par de células, y por decidir en consecuencia lo que queremos hacer con nuestros cuerpos y nuestro plan de vida.
Y no siempre lo hacen con la bondad y la calma con la que aparecen algunas personas de esos sectores en estos debates. También desde los despachos de algunos senadores advierten a legisladores y legisladoras diciéndoles que harán campañas contra sus candidaturas desde los púlpitos de las iglesias, como hicieron en el debate por el matrimonio igualirario. Les subestiman, como subestiman a sus fieles y a la sociedad.
Estos señores están siempre del lado de la historia que quiere ir para atrás. Y el reconocimiento del derecho al aborto legal, seguro y gratuito va a ser una realidad en nuestro país. Lo que tiene que decidir cada uno y cada una de les senadores es de qué lado de la historia van a quedar. El de la inquisición y la muerte o el del reconocimiento de derechos, la libertad y la igualdad.
Maria Rachid
Titular del Instituto contra la Discriminación de la Ciudad de la Defensoría del Pueblo CABA