Estamos a pocas horas de que el Senado de la Nación debata sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), una lucha que las mujeres venimos dando desde hace muchos años.
El día martes millones de mujeres ganaremos las calles y la virtualidad para seguir pidiendo por el respeto de nuestros cuerpos y decisiones, por el fin del negocio privado en función de los abortos y por la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
Mientras algunos pretenden llevar la discusión al terreno teológico (y presentarlo como una discusión ideológica), nosotras solo queremos que nuestras compañeras no mueran por algo evitable. No es una discusión ideológica, es una discusión de salud pública.
No venimos a discutir, por lo menos hoy, si la iglesia es buena o mala, o si somos un país creyente o cuanta injerencia tiene la Iglesia Católica en la vida institucional del país… no, venimos a discutir si dejamos que sigan muriendo mujeres por algo que ya existe, o lo reglamentamos para garantizar que se cumplan los derechos de nuestras compañeras. Si nos hacemos cargo de la realidad o miramos para otro lado.
En definitiva, estamos hablando de ampliación de derechos y salud pública.
Muchas cosas se dicen por estos días: verdades, verdades a medias, medias verdades o mentiras. Y una de ellas es que la discusión del martes es aborto si o aborto no.
Y es aquí donde me quiero detener.
El aborto existe y se practica hace años, principalmente en los barrios populares. Y por más que algunos “intenten tapar el sol con las manos”, los abortos suceden (también mientras escribo estas líneas) y se cobran vidas de mujeres (principalmente pobres y de las periferias) que, por no tener la plata suficiente para hacerlo en una clínica privada, y tienen que terminar en camillas improvisadas de curanderas barriales, sometidas a tratamientos tortuosos e invasivos, donde abundan las perchas, la agujas y los yuyos.
Pero donde también abundan la tristeza y el peligro. ¿A quién se le puede ocurrir que el aborto es algo para festejar? Lo que pedimos es que quien decida hacerlo, o tenga la necesidad de hacerlo, tenga las mimas chances de vivir que aquellas que tiene la capacidad económica de pagar una clínica privada.
No podemos permitir que el “dios dinero” sea en este caso, como en otros, quien oficie de árbitro entre la vida y la muerte.
Porque el IVE no solo nos permite evitar que miles mujeres mueran por tener que caer en “lo clandestino” sin ninguna garantía de sanidad y cuidados; sino que estos abortos “clandestinos” tiene otras consecuencias como daños en nuestros cuerpos, haciendo que miles de mujeres nunca más puedan quedar embarazadas.
En nuestros barrios populares el aborto existe, y va a seguir existiendo. Acá no discutimos si se practican o no abortos; acá discutimos si desde el Estado le damos las garantías para que lo hagan con tranquilidad y cuidadas.
El aborto es una cuestión de salud pública, como alguna vez dijo nuestro Presidente Alberto Fernández y nuestro Ministro de Salud Ginés González.
Es hora que como sociedad nos hagamos cargo de esta realidad. Evitemos muertes evitables, construyamos un Estado que dé respuesta. De verdad espero que los Senadores estén a la altura de este momento histórico.
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, y aborto legal para no morir”.
¡Sera Ley!
Por Barbara Cabral.